Ajedrez Politico

SALOMÓN FAZ, EL EXILIADO

LO CORRiERON DEL CAMPESTRE

POR SERGIO ANZURES

No tuvo desperdicio el ‘oso’ que hizo antier Luis Salomón Faz Apodaca, quien fuera titular de la Seproa (del agua) con Jaime Bonilla.

Resulta que a Faz se le ocurrió irse a meter al Club Campestre, para desayunar, quizás creyendo que aún era 31 de octubre de 2021, o que, aplicando la de Pepe Aguilar, en ese selecto lugar ya le habían dado perdón y olvido a las lanzas que Bonilla lanzó, en su momento, contra sus socios, pretendiendo expropiarlo.

Antes de entrar al episodio en sí, resulta oportuno recordar la personalidad del buen Salomón: petulante, soberbia, «mamona», diría la chaviza.

Hay un episodio que lo retrata de pies a cabeza. Cuando un político iba a ser nombrado oficial mayor en gobierno de Jaime Bonilla, dicen llamó a su amigo Salomón.

Y en una reunión de entrega recepción, donde estaban presentes algunos de los funcionarios salientes y de los entrantes que venían con el nuevo oficial mayor, sonó el teléfono de Faz.

Era un familiar , pidiéndole que le depositara para que se pudiera ir a Los Cabos con sus amigos. Faz puso el altavoz y, delante de todos, dio santo y seña de su estilo de vida, lujoso, caro.

La impresión que causó en varios asistentes fue terrible, particularmente en uno, morenista de hueso colorado quien pensó que, en la 4T, ya no cabían esos aspavientos de elitismo.

Volvamos a lo de ayer. Faz se sentó en una mesa de la cafetería del Campestre y, más pronto que luego, se le paró enfrente Adrián Roberto Gallegos Gil, alias «El Papaya».

Y «El Papaya» le dijo a Faz que se fuera. Así, para pronto. Faz, muy sorprendido, le preguntó por qué, y Gallegos, con arrestos, pero sin perder la compostura, le dije «es que aquí solo se permite el acceso a gente de bien».
Zas.

A Faz no le quedó de otra más que marcharse del lugar, como esos matadores a los que les devuelven el toro vivo a los corrales, y salen entre cojinazos, viendo para el frente y ligeramente hacia el piso, sin decir ni media palabra.

Imagínense que fuese a desayunar por ahí Amador Rodriguez Lozano o Jaime Bonilla. Vaya que se les pondrían las cosas color de hormiga.

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